El capital es una forma de activismo. Vivimos en una sociedad que se ha construido sobre un concepto llamado riqueza. Un concepto que estructura nuestras vidas, pero que puede convertirnos en corderos si no tomamos consciencia de su verdadero significado.
El Capital es una herramienta del sistema. Y, como toda herramienta, debe ser usada con sabiduría. Sólo así tendrá valor real en nuestras vidas. En otras palabras: debe servirnos para vivir en libertad, no para convertirnos en esclavos de un modelo de éxito que nos desconecta del qué, el cómo y el porqué de poseer dicha riqueza.
El valor del capital reside en su trascendencia. Ser conscientes del capital necesario que necesitamos para alcanzar nuestra vida deseada y conquistar nuestros sueños vitales; conocer su origen y comportamiento, cómo conseguirlo sin sacrificar tiempo, esfuerzo o salud innecesariamente; liderar desde el conocimiento cada una de las decisiones que implica poseerlo para orientar su impacto en tu vida, tu familia, los tuyos y la sociedad.
Esta percepción trascendente del capital es mi visión y mi misión. El fundamento desde el cual actúo como guía, mentor y divulgador en ARIETE SPORTS & ENTERTAINMENT y de cualquier persona u organización que quiera sumarse a ella.
Porque solo hackeando el sistema desde dentro con creatividad, humanismo y una mirada inclusiva podremos transformar un modelo económico que ha perdido el norte atrapado en la especulación, el consumo sin sentido y la degradación de lo humano.
Para explicar esta visión, me gusta utilizar el Ensō, símbolo zen de la plenitud. En él se dibuja un camino que todo líder debe recorrer para alcanzar una vida plena, pasando por cuatro etapas de trascendencia:
Trascendencia Personal. Es el punto de partida. Descubrir quién eres, qué sueñas, y qué tipo de vida deseas construir desde tu verdad, tus valores y tu esencia más íntima.
Trascendencia Económica. Es diseñar un plan de riqueza consciente. Saber cuánto capital necesitas realmente para vivir tu vida soñada. Establecer qué estás dispuesto a sacrificar y qué no —tiempo, salud, familia— para alcanzar esa libertad.
Trascendencia Social. Es comprender que tu capital no acaba en ti. El impacto que generas puede (y debe) alcanzar a otros. Porque construir un mundo mejor es una responsabilidad inherente a quien posee el privilegio de decidir sobre su patrimonio y en esencia a todos.
Trascendencia Vital. Es dar sentido a todo lo anterior. Vivir con propósito. Pensar en la huella que estás dejando hoy y en la que dejarás cuando ya no estés. Convertir tu vida en un legado. En una historia que inspire. En una llama que encienda otras.